ESPECTACULARIZACIÓN DEL HORROR: EL TRANSFEMINICIDIO DE SARA MILLEREY.
- Juana Torres
- 10 abr
- 3 Min. de lectura

“Ya sabíamos qué iba a pasar”, fue la conversación que tuvimos en nuestra colectiva Trans frente a las imágenes crueles, casi que sobrenaturales, pero tan reales y aterradoras, que dolió mirar que una sociedad indolente prefirió grabar el cuerpo y los gritos de auxilio de Sara, antes de brindarle socorro y que lo comparten con la misma hipocresía y deshumanización de siempre.
Esto nos está doliendo y desde muchos lugares: el miedo a estar ahí, la burla pública de los medios de comunicación, la transfobia generalizada ante el espectáculo del horror, la falta de escrúpulo para hurgar en su deadname para probar algo, la sensación de rabia profunda y ni qué decir de la intermitente decepción y desesperanza que nos dice que este país no es un lugar seguro para ninguna de nosotras: las mujeres trans, las travestis, las históricas de su asquerosa morbosidad y persecución.
Y ya sé que no les gusta que hablemos así de nosotras, que nos prefieren decoradas, en las esquinas, en la narrativa de horror y de dolor, en la precariedad, en el fetichismo, en la calle, en la oscuridad, hiper-sexualizadas y humilladas.
Muchas lo entendemos y por eso vivimos para cuidar nuestra peleada humanidad en las peores circunstancias: quedándonos hasta que sea necesario. Lastimosamente a Sara sus agresores le quitaron la posibilidad de continuar en ello.
Muchas nos empezamos a escribir, a acompañarnos frente a esa realidad ácida y grotesca que nos empuja a la muerte, a los archivos de las instituciones y al olvido. Y nos decíamos que no podíamos sacarnos las imágenes de la cabeza, algunas que no comimos, otras que no sabían cómo sentirse al respecto, otras en silencio. Y hablo en femenino, en nombre de nuestra hermana.
Por ello me resulta incomprensible verles disfrutándolo, comentando sin miramientos sus juicios, compartiendo la prueba de la crueldad cisgénero, de la crueldad transfóbica, de la crueldad social e institucional. Y nadie dice demasiado, solo a quiénes nos importa. Y claro que genera likes, visualizaciones, repudio colectivo, pero creo que no estamos entendiendo absolutamente nada: NOS FALLAN DESDE EL PRIMER MOMENTO Y NOS LLEVAN HASTA LAS PEORES CIRCUNSTANCIAS Y AÚN ASÍ, ¿QUÉ LES SORPRENDE?
Lo que le hicieron a Sara no tiene otro nombre más que transfeminicidio. Lo sabemos. Nos cierra las palabras y los argumentos, nos reduce y esto lo recordaremos para toda la vida, porque algo así –toda la espectacularización de ese vídeo- no se nos saldrá nunca de nuestras memorias.
Y ninguna de nosotras se merece ser la prueba de que sí no se arrojan nuestras corporalidades hasta el horror, no somos vistas. Quisiera decirles, en este ejercicio político de escribir, que hablo de Sara deseando ser una mujer trans aquí o en cualquier otro lado, que todos los días quiero serlo, pero cuando nos han quitado tanto, cuando nos han eliminado, cuando han convertido nuestras muertes en cifras que son leídas por miradas ciegas; aun así, la fuerza trans-travesti que llevo en mí, me sostiene.
Y quiero creer que Sara no es nada de todo esto, que su muerte será cobrada y que amó ser una mujer trans con la misma honestidad de nuestras convicciones.
Ustedes –personas cisgénero, privilegiadas, que se sientan con sus teléfonos a sentirse mal por el mundo que nos rodea- les recuerdo que todxs somos parte del problema. Su participación no deja de ser la indiferencia, el cuestionamiento sobre nuestras identidades y peor aún, el instrumentalismo del dolor y la muerte de personas trans para que les escuchen.
El rostro de Sara se ha quedado en nosotrans muy lejos pero tan cerca de la ternura aún con toda la violencia que rodea esto, con preguntas que no terminarán de ser contestadas, con enorme conmoción y lo mejor que podemos hacer es aferrarnos a llegar por ella y otrxs tantxs hasta las últimas consecuencias, hasta que se replanteen los términos de nuestra dignidad.
Ya esto no es una cuestión de inclusión o de tolerancia, es una cuestión de horror y de repudio profundo. Abanderarse no es suficiente sin acciones concretas.
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